Trabajar bajo presión no es sinónimo de alta productividad laboral ¡Identifica las diferencias!

Mar 22, 2022

Cuando en una descripción de vacante los candidatos leen “trabajo bajo presión” en la lista de habilidades requeridas, se encienden las alarmas y la mayoría de ellos decide no postularse. Y es que hay un debate sobre si “saber trabajar bajo presión” debe ser un requisito solicitado a los postulantes a un trabajo o si más bien refleja que la empresa no está bien organizada o que busca “explotar” al empleado.

Sin embargo, en los últimos años entre las empresas ha ganado popularidad la “habilidad” de trabajar bajo presión. Esto es porque el ritmo al que evoluciona el mercado laboral es alto y muchas organizaciones piensan que la habilidad de trabajar bajo presión está ligada con un alza en productividad laboral y que los puestos de trabajo que conocemos en la actualidad no van a parecerse en nada a los que tendremos dentro de unos años, sino que estos cambiaran dando paso al multitasking.

La pregunta frente esta forma de pensar es hasta qué punto la capacidad para trabajar bajo presión que tienen algunos empleados es una habilidad o más bien un efecto que lejos de aumentar la productividad laboral la disminuye y contrario de prepararlos para realizar más funciones los ahuyenta.

¿El trabajo bajo presión es enemigo de una buena productividad laboral?

La realidad es que a la mayoría de los empleados les ha tocado trabajar bajo presión por lo menos una vez en su vida laboral. Lo que no resulta claro es hasta qué punto afecta la presión en su productividad a largo plazo.

De cierta manera, el trabajo siempre produce presión. Pues es necesario aplicar esfuerzos para superar los retos y obstáculos del día a día que la misma jornada laboral pone enfrente por naturaleza, y por esto mismo provoca algún nivel de tensión, pero sin llegar a afectar la productividad y la salud mental del trabajador. También está claro que hay momentos o circunstancias en las que esa la presión se eleva, así como hay otros en los que disminuye, esto se trata de un sano equilibrio.

Por eso para cualquier persona es importante aprender a trabajar bajo presión en determinados momentos, es decir, aprender a manejar el estrés que nace de las dificultades, el cansancio o la presencia de muchas tareas por hacer al mismo tiempo.

Según la escritora Martha Alles, en todos los casos así como hay presión también existe un nivel tolerable. Si este se sobrepasa, aparece un desequilibrio que podría tener consecuencias negativas como la baja en los índices de productividad laboral, y en estos casos trabajar bajo presión ya no es una habilidad, sino un factor de riesgo que pone en peligro al empleado.

Principalmente provoca un estrés laboral destructivo. Esto es, una condición en la cual las exigencias del trabajo sobrepasan las posibilidades del empleado para sobrellevarlas. Este estrés tienes consecuencias que afectan la salud con padecimientos como migraña o indigestión, hasta efectos en el estado de ánimo que se expresan como irritabilidad, tristeza o sentimientos de frustración. Y no hay nada más que afecte la productividad laboral que los problemas de salud.

Entonces ¿cómo elevar la productividad laboral sin tener que trabajar bajo presión?

La respuesta está en conocer los objetivos laborales asignados a cada empleado y llevar un correcto seguimiento de los avances en los mismos.

No hay nada mejor para medir la productividad que las evaluaciones de desempeño correctas, ya que estas se enfocan en ayudar a trabajadores y líderes a llevar el monitoreo de la carga de actividades delegadas a cada miembro del equipo y hacer los ajustes necesarios para que cada una se concluya a tiempo.

Para esto es necesario el acceso a la siguiente información:

  1. Lista de objetivos asignados. Con ella, los líderes y empleados tendrán a la vista de que se está encargando cada quien. Así será fácil comparar las cargas de trabajo delegadas.
  2. Avances medibles. Gracias a parámetros medibles (porcentuales, monetarios, métricos o personalizados) podrán saber el progreso puntual de cada objetivo y en cuales se necesita apoyo para avanzar.
  3. Evidencias. La carga de archivos, ayudará a documentar cada paso de proceso. En caso de delegar el objetivo, el empleado podrá retomar el trabajo en dónde se dejó.
  4. Evaluaciones de desempeño grupales. Para el líder será útil tener en una misma pantalla a todos los trabajadores evaluados. De esa manera, podrán puntuar sus competencias y/o valores para monitorear el progreso de su rendimiento.

Así en lugar de realizar el trabajo bajo presión, los trabajadores tendrán un plan con la suficiente claridad para que por sí mismos propongan caminos para llegar a la meta y poco a poco crezca su compromiso con la organización de forma natural.

El equilibro es la clave en el éxito profesional

En conclusión, trabajar bajo presión es una habilidad necesaria si tiene lugar dentro de los límites establecidos. Lo que se busca con este modo de trabajar es realizar tareas exigentes en poco tiempo y con buenos resultados. Incluso podríamos decir que, si se logra con éxito hay un aumento notorio de la productividad laboral.

Lo interesante está en identificar las diferencias entre trabajar bajo presión y ser trabajadores productivos. Cuando se ha sobrepasado el límite los resultados de las responsabilidades laborales no son los adecuados, en especial si esto ocurre con frecuencia. Entonces no significa que no se tenga la habilidad para ejecutar la tarea o desarrollarse en el puesto, sino que quizás se requiere de más tiempo y, tal vez, de un proceso nuevo para terminar la tarea con éxito.

Aunque es bueno aprender a trabajar bajo presión, lo indicado es no perder de vista los efectos que esto tiene en la salud y la calidad de vida, y optar por evaluar el desempeño de los trabajadores de una forma que impuse su talento sin forzarlo. De lo contrario, esto deja de ser una habilidad y se convierte en un problema que se debe evitar.

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